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Conexión entre las emociones y el dolor

Aprenda a romper el ciclo del dolor crónico y las emociones negativas.

Aunque pueda parecer que proviene de sus articulaciones, el dolor —en particular el dolor crónico común a la artritis— también es una expresión de su estado de ánimo. Si está deprimido o ansioso, es muy probable que sienta más dolor que cuando su estado de ánimo es más ligero o equilibrado.

De hecho, el dolor crónico y las emociones están tan entrelazados, afirma el psiquiatra y médico de medicina paliativa David Buxton, MD, que a menudo es difícil saber dónde termina uno y comienza el otro. Las personas con depresión, por ejemplo, tienen aproximadamente tres veces más riesgo de desarrollar dolor crónico que las que no la padecen. Y, los que tienen dolor crónico tienen aproximadamente el mismo aumento de riesgo de acabar con depresión clínica.

La depresión y la ansiedad pueden intensificar los sentimientos, incluyendo el dolor, la desesperanza y la tristeza, según afirma el Dr. Buxton, profesor clínico asistente de medicina en la Universidad de la Mancomunidad de Virginia y director del Centro privado de Psiquiatría Paliativa, ambos en Richmond. «Mental, emocional y físicamente, todo lo sensorial, incluido el dolor, se dispara». 

Múltiples estudios sobre artrosis, artritis reumatoide, lupus y fibromialgia demuestran que las personas que experimentan más emociones negativas también manifiestan más dolor. No es de extrañar que las personas que padecen estas afecciones también presenten tasas sustancialmente más altas de depresión y otros problemas relacionados con el estado de ánimo en comparación con las que no padecen artritis ni afecciones relacionadas. 

Aliviar la depresión y la ansiedad hace que las personas también se sientan mejor físicamente, y la mayor parte de los medicamentos utilizados para tratar estas condiciones también pueden ser prescritos para ayudar a aliviar el dolor. 

El dolor y el cerebro

«Las señales relacionadas con el dolor llegan al cerebro por medio de múltiples vías, pero el dolor se construye en el cerebro», explica Tor Wager, PhD, director del Laboratorio de Neurociencia Cognitiva y Afectiva de la Universidad de Colorado, en Boulder. Allí, él y otros investigadores utilizan estudios de imágenes para observar las vías cerebrales que generan y regulan el dolor y las emociones.

Las regiones del cerebro que reciben las señales provenientes del cuerpo relacionadas con el dolor también cumplen otras funciones: algunas ayudan a regular la presión arterial, otras participan en la creación de respuestas emocionales fuertes, y otras ayudan a descubrir qué hacer y qué no hacer en el futuro. Así pues, las señales relacionadas con el dolor interactúan con otros procesos cerebrales de muchas maneras, afirma Wager.

Por ejemplo, la manera en que las personas interpretan y afrontan sus emociones y el dolor, impulsa los patrones creados por el cerebro. «Nuestro nivel de temor al dolor y la narrativa que nos contamos a nosotros mismos sobre el dolor pueden influir en cómo nuestro cerebro aprende a lidiar con él a lo largo del tiempo», explica Wager.

Afortunadamente, afirma el doctor Buxton, nuestro cerebro es extremadamente «plástico», lo cual significa que responde con entusiasmo al reentrenamiento, la reorientación y la reformulación. Esto puede ayudar a descomponer patrones mentales problemáticos, y a veces literalmente dolorosos.

Calmar la mente y el cuerpo

Existen una gran cantidad de opciones para reentrenar su cerebro. La terapia conductual cognitiva (TCC) le enseña a reconocer y modificar los patrones de pensamiento negativos que afectan la forma en la que experimenta el dolor. La meditación, el yoga, el tai chi, la acupuntura y prácticas similares pueden ayudar a dirigir y distraer la mente para que no se centre en el dolor. La actividad física regular alivia la depresión, la ansiedad, el dolor y mejora la movilidad.

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